VERSIONE ITALIANA
de Paolo Iudicone
Como los seres humanos necesitan a los demás en cualquier nivel, madres y padres trasmiten a la prole las reglas que codifican las relaciones. Estas reglas son los así dichos “buenos modales”. A lo largo del tiempo, el aprendizaje de estos buenos modales se ha confundido con una “buena educación”, no obstante sea solamente una parte del dilatado proceso pedagógico.
Invitamos a las madres y los padres a volver al origen de la buena educación, para no confundir el medio (el modelo de conexión entre seres humanos) con el fin (conseguir la feliz participación de los hijos en la sociedad).
UNA PROVOCACIÓN.
Actúa de manera que tus hijos respeten sin falta las reglas de la buena educación y obtendrás niños adaptados[1].
Actúa de manera que tus hijos cultiven confianza en si mismos y hacia los demás y obtendrás adultos de verdad[2]. Que, por cierto, se distinguirán por sus buenos modales.
EDUCAR PARA LA ASERTIVIDAD.
Frecuentemente damos la así dicha buena educación como un valor de por si.
De la misma forma la trasmitimos a nuestros hijos. De alguna manera, esto conviene: los hijos hacen “lo que tienen que hacer”, lo cual, en la mayoría de los casos, coincide con lo que es bueno para ellos. Eso comprensiblemente tranquiliza el educador (para una visión diferente, lee también el articulo de Carmen Ramirez aquí).
La consecuencia es que, una vez crecidos, serán corteses pero solamente para caer bien y agradar, imitando servilmente los comportamientos aprendidos de sus educadores.
Sin embargo no eligen, porque ninguno de los educadores les ha explicado el entendimiento de naturaleza ética y social a la base de este tipo de conducta. Eso le habría permitido hacerla propia. Simplemente “se hace así, te guste o no”.
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Volvemos a la origen. Los buenos modales realmente nacen con un objetivo.
En la mayor parte del mundo animal, la relación padres-hijos se acaba cuando los primeros han hecho de sus hijos unos seres independientes, es decir les han dotado de los recursos para sobrevivir en el Mundo. Normalmente, significa que ellos pueden atender sus propias necesidades (casi completamente) solos.
Para las mujeres y los hombres modernos el escenario es sustancialmente diferente. Esta capacidad de sobrevivir, así como incluso lograr el éxito a niveles más altos, depende de los demás seres humanos. Tanto la satisfacción de las necesidades fisiológica (desde comprar la comida) así como la satisfacción de las psicológicas (reconocimiento, pertenencia, autorrealización) derivan de unas “transacciones” con otros seres humanos.
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Las competencias relacionales son determinantes y, entre estas, “pedir eficazmente” es fundamental.
Dados las premisas antes mencionadas, la conclusión nos parece evidente. Pedir es una competencia fundamental. De hecho en COACH2ENJOY facilitamos que los jóvenes incorporen estas habilidades trasversales en paralelo con las enseñanzas «verticales» propias de la formación escolar.
En la base de cualquier petición bien hecha está la consciencia de que uno puede y merece pedir. Eso pasa si confías en la bondad de los demás y te sostienes sobre una solida autoestima. En resumen, estamos sugiriendo criar personas asertivas. Este tipo de persona, cuando ofrezca un buen trato, lo hará porque le conviene y quiere.
También se precisa sentir que uno es capaz de pedir. Haber aprendido los buenos modales significa conocer (o mejor dicho, saber de conocer) las claves para conseguir lo que uno necesita.
Por cierto, la interacción “educada”, no agresiva, hasta incluso exquisita, es en primer lugar una manera de ganar, con más o menos facilidad, la atención y la colaboración de nuestros interlocutores.
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Para conseguir el máximo provecho de la relación, es necesario que el comportamiento esté basado en un respeto autentico del otro.
Si nos ceñimos a una perspectiva utilitarista ¿que más da si los buenos modales son auténticos en lugar de ser simplemente formales? Distinguimos dos razones, una externa (para la relación) y una interna (el bienestar personal).
- En primer lugar la transacción será más eficaz y eficiente. Damos un paso atrás para explicar este concepto. Los buenos modales pueden aparecer en dos escenarios: en la aceptación pasiva de las reglas y una visión oportunista de la transacción o más bien en la sincera consideración del interlocutor.
Entre adultos asertivos se abre una conversación para la consecución de los objetivos individuales y se genera una negociación para la optimización del bienestar mutuo. A raíz de esto, es eficaz y eficiente entablar un dialogo en que cada uno escuche también las necesidades del otro. Eso permite llegar antes a la conclusión de la negociación.
Es más, solamente por haber brindado el reconocimiento que viene de la escucha autentica, un pilar del bienestar humano, los buenos modales se vuelven a nuestro favor, como un valor añadido en la mesa de la transacción. En el caso opuesto, la innata capacidad de leer la incoherencia entre verbal y no verbal, permite desenmascarar una actuación no autentica, lo cual al final se convierte en desventaja.
Por eso en coach2enjoy estamos convencidos que no hay alternativa: un hombre de verdadero éxito tiene incorporado el valor del altruismo.
- En segundo lugar, la amabilidad que nace de la asertividad es necesaria para el bienestar del individuo que la practica y su misma felicidad.[3] «El hacer cosas para los demás es algo admirable a veces, pero si se hace a expensas de uno mismo, simplemente enseñarás a los demás a comportarse de manera que solo puede engendrar resentimientos». Una persona que se mueva en la vida en el respeto pasivo de las reglas, delega su felicidad a un elemento externo e inevitablemente no la consigue[4].
Francesc Torralba da un paso más allá: «es (…) la calidad de los vínculos que da sentido a la vida, la exquisitez del trato que somos capaces de dispensar»[5].
Si es esta la medida del éxito, el crear relaciones cálidas y sinceras, ¿qué más puede desear un padre sino dar a su hijo la posibilidad de vivir de la manera más exitosa posible?
[1] BERNE (2007). “JUEGOS EN QUE PARTICIPAMOS”, RBA LIBROS, S.A., BARCELONA.
Padre, Adulto, Niño son los tres estados del yo definidos en Análisis Transaccional. Cada uno con sus propias funciones, definen la personalidad. El Padre es donde se encuentran los sentimientos, enseñanzas, ejemplos que hemos aprendido e interiorizado de nuestros educadores y de las otras figuras adultas relevantes. El adulto es la parte racional de todos nosotros, en la que procesamos la información. Examina y evalúa la situación según el resultado, basándose un cálculo de probabilidades. El niño concierne a la espontaneidad y la emoción. En particular, distinguimos el “niño natural”, a decir espontáneo, del “niño adaptado”, a decir bueno, obediente y dócil bajo el control del padre interior, Este último actúa para conseguir aceptación: en positivo contribuye activamente en el marco de las reglas, en negativo suscribe pasivamente las reglas y se somete, compadeciéndose, al Padre interior. [2] STEWART, JOINES (2007). “AT HOY. UNA NUEVA INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS TRANSACCIONAL”. ED. CCS. MADRID.
[3] Para no hablar del circulo virtuoso que nos devuelve bienestar favorecendo la felicida de los demás.
[4] DYER (1978), “TUS ZONAS ERRÓNEAS”, RANDOM HOUSE, BARCELONA.
[5] TORRALBA (2008), “EL SENTIT DE LA VIDA”, ARA LLIBRES, BARCELONA.
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